miércoles, 26 de noviembre de 2008

Antolín

Martín Risso Patrón

ANTOLÍN ES EL MUÑECO DE LAS LOCA

(Denuncia o reconocimiento público, en la pared de una Escuela)

Cuando leí eso en la pared del salón de la Escuela, me puse vigilante y temeroso. Alguien andaba tras los pasos de Antolín, sobre todo de noche. Las maestras no sabían nada, ni siquiera la piernuda que tenía un hijo y enseñaba en sexto, donde iba Antolín. La directora ordenó pintar las paredes, y el presidente de la Cooperadora pagó a los pintores y se hizo un acta, después de la pelea por el color que quedó en amarillo nomás, con un zócalo marrón al aceite. Después se arreglaron los bancos y las mesitas de las maestras. No se sabe todavía si la directora había leído la denuncia pública, aunque parece que no, porque cuando vino la supervisora en el acta que hizo dicen que no escribió sobre el asunto y es más, trajo un profesor para enseñar a las maestras en el salón. Pero nadie se había dado cuenta que la denuncia estaba más chiquita en la pared recién pintada del salón de gimnasia, y que el profesor, mientras las maestras discutían en grupos no sé qué tema, la leyó y la copió en un papelito sin decir nada a nadie. Cuando terminó el curso alguien dijo Antolín tirá la pelota, porque los chicos habían vuelto al patio. Entonces el profesor miró y se dio con un muchacho casi bigotudo que decía ahí va con una voz de papel de lija o serrucho o carraspera, y tenía un guardapolvos que le llegaba al bolsillo del pantalón, como una camisa grande. Pero se reía como una criatura aunque calzaba casi del cuarenta, según cálculos del profe.

-...tiene quince y va a sexto. Más nos ayuda con la cocina, la leña y los mandados, que estudiando. No es que sea tonto, es un vivo de primera, pero juega con los más chicos y los cuida. El otro día se sopapeó con uno del ferrocarril porque le habían contado que aquel le había querido pegar al Hilarión, que es enfermito el pobre y también va a sexto aunque parece de tercero, el pobre. El asunto es que fue a parar a la policía por lesiones de la tunda que le dio al changarín ese. Por ser menor lo soltaron y nos dijeron que en la escuela nos debíamos responsabilizar más de él. ¿Dónde duerme? En el albergue, con la maestra de sexto y su hijo.

Cuando vino la compañía del gas aparecieron unos almacenes grandes, y también el cine y el Grand-Bar-Copas & Espectáculo. Dicen que trajeron locas de la ciudad del otro lado de la frontera. Un día apareció allí vestido de punta en blanco, Antolín. No se sabe a ciencia cierta si lo habían afeitado, pero la cara le había cambiado, talvez por el peinado a la gomina. Unas botas vaqueras con tachuelas de bronce y taco carretel lo hacían caminar un poco más chueco que de costumbre. Echaba fuera un perfume de aerosol debajo de la camisa recién desdoblada del paquete. Los pantalones oscuros hacían un par de pliegues en la cintura, sostenidos por un cinturón con detalles de víbora. Tenía un chupetín en la boca y un paquete de cigarros en el bolsillo de la camisa. Fue para la kermés que se hizo en el patio de la escuela, organizada por la cooperadora y la señorita B., la que vivía en al albergue con su hijo (y con Antolín). Definitivamente el Antolín parecía más un grande que pasaba por chico, que un chico que se hacía el grande.

* * *

Cuando B. no pudo ocultarlo más, la Directora hizo un acta y la elevó a la Supervisión; de allí la llamaron a la maestra, que viajó con su hijo, y no se la volvió a ver por la Escuela ni por el pueblo. Dicen que dejó el magisterio y hoy es dueña o dependienta de una tienda al otro lado, donde se juntó con un boliviano que les dio el apellido a los dos chicos, que por hoy deben tener uno veinte y el otro diez años. A todo esto, la compañía del gas había avanzado ya más de cien kilómetros en la selva, y sus bases estaban puestas en otro pueblo de la frontera. Hoy está cerrado el local del Grand-Bar-Copas & Espectáculo, siendo el cartel éste un latón que se destiñe al sol de la siesta en la calle de la orilla. Por lo demás, el pueblo sigue igual; la escuela, la iglesia y la comisaría, con el correo y la intendencia. En P., que es el nuevo pueblo de la compañía del gas, hay un local cuyo cartel dice: Shok Tropical-Bailable-Travestis Auténticos, en medio de luces de neón azul, rojo y amarillo, y hay locas negras y blancas, chicas y grandes, la mitad de las cuales no se sabe muy bien si son hombres o mujeres. Reina en el salón un hombre que hace las delicias de la concurrencia bailando con las chicas y haciendo sonar los tacos de sus botas vaqueras. Le dicen Antonio todos, pero los íntimos Muñeco. Cuentan que la Policía lo respeta cuando algún despechado parroquiano lo denuncia por lesiones, después de cada pelea que siempre gana, generalmente defendiendo los pudores de las chicas.

Al otro lado de la frontera, B. sueña todavía con el albergue de la escuela, y las kermés... pero sobre todo, se estremece cuando Pancho, el de diez, apunta a caminar algo chueco y la mira desde su flequillo con un par de brasas relucientes, y la besa.

El Profe se llevó en un papelito, escrito el secreto de estas cosas.

Nadie supo, ni se cree que será alguna vez sabido, quién escribió un día Antolín es el muñeco de las Loca en la pared del salón de la Escuela. Puede haber sido alguien que disfrazó su letra y su ortografía, en un ataque de celos, o talvez un competidor menos distinguido en el local Grand-Bar-Copas & Espectáculo, o un changarín con resentimiento y sin esperanzas...

No hay comentarios: