jueves, 19 de julio de 2007

PASAJE CHICLANA

Martín Risso Patrón

Querido Mario:

Conmigo tu carta de setiembre. Comprenderás que no tengo la menor intención de disculparme por una respuesta que no llega a tiempo. Pero te debo una explicación, que será útil para que tengas un motivo más de convencimiento de que tu amigo vive. Resulta que he decidido vacacionar la rutina, los informes, el curriculo, en fin, los moldes encorsetantes, y dedicarme a vivir la mínima vida íntima que tenía algo descuidada. Es así que me preocupa ahora qué sucederá detrás de las esperas, antes que informar ut supra; preguntarme de qué color será el aire, en el aire, en vez de definir estrategias de abordaje según las cuales nunca se ha abordado algo; recibir mensajes de mí mismo en lugar de de registrar imposibles registros de maestros que no se mueren de pena ni de amor. Volver a un tiempo en el que me creía útil y era útil, me creía bueno y era bueno; un tiempo de golpear la nuez de las cosas hasta abrirla, para después vivir de ellas. Un tiempo parecido a este enero en que te cuento porqué he tardado tanto en responder tu carta. Escribo, Mario querido, sobre la muerte y las esperas y los sueños, y hasta algo mágico me ha sucedido: El mecánico que reúne de a poco los despojos de mi auto un día me trajo con sus dedos grasientos de uñas anchas, una carpeta de amor. Ha escrito un cuento de folletín un guión de broadcasting, y sin atisbo de vergüenza me lo ha dado. Que se haya avergonzado, hubiera deshecho la magia, Mario. Me dijo es un sueño, tiene hasta canciones. Y cuenta de una puta que no es puta y un camionero que no lo es y tampoco militar, como lo era cuando murió su mujer, y que al final se casan. Magia, hermano. También he visto los picheros del pasaje Chiclana, que ahora tiene otro nombre. Ángeles que toman vino y orinan en los rincones del barrio fuera de sus propias almas, en un rincón del alma de uno. Almas de ángeles que no golpean nuestras puertas sencillamente porque no lo necesitan. Almas que se pelean como chicos peripatéticos de un baldío archiconocido. Peripatéticos que discurren sobre la vida y la muerte en sus propias esperas circulando la botella de vino blanco en el pasaje Chiclana de las putas del Regimiento, que ya no es más Chiclana para el catastro porque la moral del sello y el expediente lo ha borrado, aunque ahora no saben cómo borrar ciertos fantasmas que salen a las puertas de los inquilinatos y conversan con los picheros y les dan pan y mortadela y vino y calor y hasta a lo mejor se les entregan en una entrega de amor apasionado como el cuento del mecánico... magia, pura magia, hermano...

No hay comentarios: