jueves, 16 de junio de 2011

APORTES PARA CONOCER EL ORIGEN DEL APELLIDO GÜEMES

Por: Prof. Martín Risso Patrón

Desde hace mucho tiempo existe una versión casi oficializada, de que el apellido Güemes proviene de la lengua euskera (también llamada de los vascones), y significa “lindero”. Esto fue originado por las opiniones del Dr. Atilio Cornejo en su obra “Historia de Güemes” [Salta, 1971]1, según las cuales, la etimología indicaba que, aparentemente con ortografía original era aplicable al topónimo que designa a una aldea llamada Güemes entre Santander y el sector occidental del País Vasco [en la actualidad, límite entre las provincias de Cantabria y Vizcaya –Bizkaia-. “Sea como sea, el apellido [Güemes] se encuentra muy extendido por toda la zona montañosa de Santander”, afirma la abogada Violeta Herrero en la página 33 de su trabajo “La Tercera Gesta – Martín Miguel de Güemes” [Salta, 1999]2.

Como esta apreciación coincide con la vocación, los trabajos, el sacrificio y la muerte de nuestro héroe gaucho, el General Martín Miguel de Güemes, ha sido lugar común en la escuela primaria, y en cuanto ámbito de análisis histórico hay, adherir a que esa afirmación, en cierto sentido, afianzaba la identidad del prócer desde un punto de vista emocional, con fuerte impronta de la subjetividad del investigador.

De un diálogo mantenido entre personas interesadas en cuestiones genealógicas, emergió, en una oportunidad, la duda acerca del verdadero origen del apellido del General D. Martín Miguel Juan de Mata Güemes, a lo que se sumó la discusión sobre el lugar en que arraigaba su estirpe familiar, en España.

Todos coincidimos en el origen cántabro de la familia Güemes, hecho vastamente documentado y aceptado. Esto incluyó negar la etimología vasca mencionada, al menos en la acepción comúnmente aceptada, originada en las apreciaciones de A. Cornejo.

En este punto cabe señalar lo que afirma la escritora Herrero en el trabajo aquí citado, al comentar sobre el prestigio del padre del General en América: “...Don Gabriel de Güemes Montero, sobre cuya noble estirpe vasca, proveniente de Abionzo, Valle de Carriedo, Santander, no existe duda...3 [el subrayado me pertenece]; sostiene de esta manera que los Güemes eran vascos de origen, a pesar de que Santander [hoy comunidad autónoma uniprovincial de Cantabria, en la división política española] nunca perteneció al País Vasco, y, que se sepa, no hay ancestros de los Güemes, que sean originarios de Álava, ni de Guipúzcoa ni de Vizcaya, menos de Navarra.

En el diálogo antes mencionado, alguien agregaba que hay serios indicios del origen escocés de la familia, un poco más atrás en el tiempo, cuestión a la que en la actualidad se encuentra dedicado a investigar. Allí abonó sus apreciaciones, acerca de la existencia del clan Weims, y del posible origen lingüístico del apellido Güemes.

Hasta aquí, una síntesis del estado inicial que motivara mi vocación de investigar los aspectos más generales de la interesante cuestión, la que es de mi interés insertar, con probabilidades de éxito, entre posibles antecedentes para futuras investigaciones que pudieran realizarse a mayor escala. He incluido en este trabajo algunas apreciaciones resultantes de un análisis que he realizado con criterio lingüístico. En otras palabras, intento construir un objeto para la formulación de hipótesis de trabajo consistentes y con valor científico con vistas a futuras investigaciones explicativas.

De ninguna manera el presente trabajo concluye en aserciones que superen un ‘estado hipotético’ sobre el origen del apellido Güemes. Lo que se intenta, tras su lectura, es lograr poner orden en las conclusiones obtenidas y publicadas a lo largo del siglo XX por los estudiosos, y estos aportes.

Promueve su realización el hecho de que, desde Vicente Fidel López hasta Atilio Cornejo, por lo menos tres hipótesis existen al respecto.

La etimología vasca ‘guen

Según el diccionario bilingüe Euskera/Castellano – Castellano/Euskera denominado “3000 Hiztegia5, inserto en un sitio de la red Internet, la entrada guen en Euskera, tiene tres acepciones, las que en Castellano, son:

1. sust. Límite, término, fin.

2. sust. Parte o extremo superior.

3. sust. Nata de leche.

El intérprete que en algún momento atribuyó el origen etimológico vasco ‘guen’ a la palabra Güemes, lo hizo teniendo en cuenta, claramente, la primera acepción, agregando arbitrariamente la diéresis para formar diptongo, no sabemos con qué objeto, salvo su vinculación con el topónimo Güemes (poblado de Bareyo en Cantabria).

Si aplicamos idéntico criterio de arbitrariedad, bien podríamos haberlo situado en la segunda o tercera acepción, siempre y cuando, claro está, nos hubiera convenido considerar al General como “nata de la leche” o “parte capital” de lo que se nos hubiera ocurrido. En el caso “nata de leche”, haríamos una inferencia hacia el origen de “los lecheros”, y en el caso de la última, podríamos concluir en “los líderes del pueblo [dirigentes]”.

La afirmación del origen vasco cae por sí misma, atendiendo a que ha quedado demostrado, por otro lado, y con vasta documentación, el origen territorial y genealógico cántabro de la familia Güemes, según se verá más adelante.

Las lenguas y su influencia

Si vale como aporte para futuros análisis, sabemos que en Cantabria el habla regional [el Cantabru] es parecida al Galego de Galicia y al Bable de Asturias, todas ellas lenguas romances firmemente afianzadas socialmente, con vistas a encontrar definitiva independencia, asentadas en comunidades autónomas españolas, al norte de la península ibérica, de cara al Atlántico. En particular, el Bable se parece mucho al habla rural, que se escribe como se habla, en que lo fonético condiciona a lo ortográfico, con toques fonéticos deformantes de lo que sería el Castellano cuando éste tomara identidad a partir de la unificación de Alfonso X el Sabio en el siglo XIII. Tanto una como las otras de las lenguas mencionadas cuentan con producción escrita, literaria y cultural suficiente como para encontrar aquella independencia definitiva. De ninguna manera están emparentadas con la lengua Euskera, a su vez con vasta producción literaria y con fuertes intercambios con la lengua castellana [p.e. cast. ‘calle’ > eusq. ‘kalea’].

Formación etimológica y deformación fonética

Considero que la cuestión exige instrumentos válidos y confiables para obtener resultados precisos, debido a que el tema aún no tiene solución, y si se pretende arribar a alguna a partir de un análisis lo más estructurado posible, entonces, la exigencia será formularse criterios eficientes.

He tomado como criterio de realización de este trabajo para el análisis lingüístico, por un lado la ortografía original, y la fonética regional, por el otro.

También creo necesario destacar que cualquier habla regional en España, al parecer tiene sistematizadas unas cuantas estructuras fonéticas. Por ejemplo, la lengua Guanye o Guanche [natural de las Islas Canarias]6, muestra claramente la deformación güe y la güi, para expresar raíces terminológicas tales como hue-, hui-, we-, wi-, whe-, o whi-. Un ejemplo: El término inglés Winche, utilizado para designar al molinete eléctrico que se utiliza para elevar objetos, acarrear automóviles, etcétera, que en el hecho del habla regional canaria se transforma en guinche, tal como lo conocemos en Salta. Al cerrar la lengua con el paladar, la w se transforma en g cerrada, generando las sílabas gue o gui, las que en la grafía castellana, inevitablemente se convertirán en diptongo al inicio de palabra, obligando a la aplicación de la diéresis [p.e. ingl. ‘whisky’ > ‘güiski’. Esto me induce a encontrar una curiosidad: El diminutivo alguito como el sustantivo propio Águeda, no llevan diéresis, por lo tanto no se convierten en diptongo, caso contrario a lo que sucede con el también diminutivo agüita, o el sustantivo agüero [apellido: Agüero]. Esto, obviamente sujeto a la ortografía castellana.

En resumidas cuentas, que el diptongo güe [que es de interés para este breve estudio] no nace como tal, siendo producto de un proceso de evolución fonética a partir de sílabas tales como We o Whe, pero que en la ortografía castellana sirve para transformar gua en güi o en güe.

Sabemos que mucho del léxico regional utilizado en Salta, como en otras partes de la América de habla hispana proviene del Guanye o Guanche, por influencia de la presencia de canarios en la conquista. A esto se suma, valga como apostilla, la influencia canaria en la arquitectura colonial y neocolonial de la ciudad de Salta, particularmente en la balconería [muchas casas de las avenidas Sarmiento, Belgrano y Virrey Toledo] y en ciertas esquinas emblemáticas, también balconadas [Sarmiento y Santiago del Estero, España y 20 de Febrero, etcétera]. Es común, finalmente, la deformación fonética señalada en el párrafo anterior.

¿Y el dialecto caribe taino, vigente en el norte de Brasil?7 ¿Conocíamos, por ejemplo que la palabra huracán es estrictamente taina, y significa el “centro de los vientos”?, y así también utilizamos tiburón, tabaco, piragua, tonina [delfín], jején [mosquito], ananá, ají, maraca, manatí [‘la vaca del río’]. Esto viene a colación por la extraordinaria permeabilidad de la lengua que se verifica en el habla americana. Pero lo interesante, nos sirve también para encontrar un étimo: ‘guami’ > cast. ‘señor’, [aplicado a los españoles durante la conquista].

La genealogía próxima de los Güemes

En este parágrafo, aclaro que el criterio de proximidad lo da el documentado conocimiento de la existencia de la familia Güemes ya en el siglo XVII, no antes, tanto en España como en América. Llamaremos distal a la línea genealógica anterior a la conocida, a la que llamamos proximal.

El ilustre historiador salteño, don Carlos Gregorio Romero Sosa, en un circunstanciado trabajo de investigación8, nos informa en el Boletín del Instituto Güemesiano de Salta, que hay por lo menos cinco ramas Güemes en América, parientes entre sí, de las cuales el General Martín Miguel es uno de los frutos más exquisitos.

Expresa Romero Sosa que “fueron cinco, si acaso no algo más, las principales y variadas ramas genealógicas de apellido Güemes –procedentes todas del antiguo y común linaje epónimo -, venidas hacia América desde la Madre Patria y portadoras del arcaico topónimo Güemes, correspondiente a un pueblo así denominado en el país vasco”.

Según pude obtener en la investigación realizada cuyo producto es este trabajo, el topónimo Güemes corresponde, efectivamente a un pueblo español. Pero a diferencia de lo que sostiene Romero Sosa, este poblado se encuentra en la comunidad autónoma uniprovincial de Cantabria, histórica provincia de Santander, y no en el país vasco. El poblado de Güemes [350 habitantes, en el año 2.002], pertenece al término municipal de Bareyo, en conjunto con la localidad del mismo nombre y la de Ajo, a por lo menos cincuenta kilómetros adentro de Cantabria, respecto de la frontera con Vizcaya, que está en el país vasco.

Siguiendo a nuestro historiador, encontramos que los Güemes de México provienen genealógicamente de Juan Francisco de Güemes y Horcasitas, Conde de Revilla-Gigedo, nacido en Reinosa [Santander, hoy provincia de Cantabria] en el año 1681. Éste sería tío del General Martín Miguel.

Don Gabriel Güemes Montero Bárcena Gómez y Campero, padre de nuestro Héroe, nació en Abionzo, municipio de Villacarriedo, en Cantabria.

Ocho son los pueblos que componen el municipio de Villacarriedo: Abionzo, Aloños, Bárcena, Pedroso, Santibañez, Soto, Tezanos y Villacarriedo [propiamente dicho].

Aquí surge algo interesante de analizar en el trabajo de don Carlos Gregorio Romero Sosa. En algún momento de su desarrollo, expresa efectivamente que don Gabriel nació en Abionzo [Arzobispado de Burgos], para expresar a continuación “no abundaremos aquí en noticias acerca del origen de los Güemes y Horcasitas, indudables descendientes también de la hidalga casa de los Güemes en Castilla la Vieja”. Deja sentado que, por pertenecer Abionzo al Arzobispado de Burgos, entonces los nativos de allí serían burgaleses, por lo tanto castellanos. Creo conveniente concluir en que posiblemente se haya deslizado un error de apreciación, puesto que las provincias eclesiásticas no necesariamente coincidían territorialmente con las provincias del Reino, aún en nuestra América, e incluso en la actualidad en los Estados libres americanos. Por lo tanto, don Gabriel, padre de Martín Miguel, era cántabro, como los Güemes y Horcasitas, sus inmediatos antepasados.

Hacia la construcción del objeto

Sabido es que, en la investigación en las ciencias de la sociedad humana, en particular la Historia, existe la necesidad de concentrarse en definir debidamente el objeto a investigar, puesto que, a diferencia de las ciencias duras o las exactas, éste no viene acabado a manos del investigador.

Es exigible, por lo tanto, una labor previa, casi obrera, de estructuración del objeto a investigar.

Ese es el sentido que tiene el presente trabajo.

Si se pudiera sintetizar en breves líneas su discurso, habrá que pensar en juntar los antecedentes lingüísticos y genealógicos con que se cuenta, para así obtener pistas sobre las cuales actuar ya en función de una investigación de fondo.

Esto no quita valor a esa tarea previa, de preparación del terreno. Por lo contrario, si algo de valor hubiera de tener cualquier tesis que emerja al final del camino, seguro que habrá de contener los nutrientes del suelo preparado previo a la formulación de la hipótesis.

En el presente caso, investigar sobre el apellido Güemes devienen dos vertientes de la ciencia: la lingüística, y la genealógica.

Aquí se trata de saber qué decimos cuando decimos “Güemes”: ¿Decimos lindero, o descendiente de los lecheros, o importante del pueblo?, e inmediatamente ¿decimos vasco, o cántabro, o escocés?

Por un lado, la lingüística nos informa de cómo es posible ser llamado o apellidado. Esto es, cómo nuestro linaje ha tomado identidad psicológica, social y familiar, a partir de una palabra. Ser llamado Güemes, algún sentido histórico habrá de tener, siempre y cuando estemos en condiciones de establecer qué quiere decir el vocablo. Si afirmamos que pertenece a un topónimo, aunque comprobemos que así fuere, nada avanzamos. Ahora, si afirmamos que responde a un vocablo vascuence que significa lindero, algo adelantamos, aunque, con un poco de aplicación descubramos más tarde que pueden haber dos maneras más de ser llamado Güemes en esta misma línea [extremo superior, nata de la leche], y entonces nuestro avance se detiene en ese punto. Si queremos decir que esa palabra es producto de un proceso de evolución de otro vocablo, entonces tenemos un nuevo problema lingüístico. Tal el caso del posible antecedente Weims o Waims que desde Vicente Fidel López quiere afianzarse como hipótesis, y que los Güemes de Salta en el siglo XXI desean investigar, contando con serios indicios para formular una hipótesis.

Entiendo aquí que, desde el punto de vista lingüístico, el étimo euskera guen, de ninguna manera ha quedado demostrado como origen de Güemes, al menos en su primera acepción (lindero), por lo ya explicado en su momento. Del mismo modo, sucedería con Waims o Weims [de origen irlandés, galés o escocés]. Ejemplificando aquí, tenemos en Salta registrados los apellidos Guaymás y Waimás (este último hallado en la guía telefónica de la ciudad de Salta, del año 2000), con indicios de ser parientes lingüísticos del mismo étimo [en este caso, Waims]. Si se hicieran estudios genealógicos de ambos apellidos, podrá comprobarse si hay vinculación de sangre, o no [entre Guaymás y Waimás, y entre ellos y Güemes]. Aquí es donde hace su irrupción la genealogía.

Hay indicios, como en toda investigación histórica, que nos señalan posibles pistas a seguir. Creo que en lo del étimo euskera guen, ya no caben dudas que quedó siendo sólo eso: un indicio, con grandes posibilidades de ser superado por una investigación. Esto, dado que todos los caminos genealógicos nos conducen a Cantabria, y nada hay que nos informe de estirpes anteriores vascas. En cuanto a los indicios de la posible hipótesis escocesa, galesa o irlandesa, sin negar que la genealogía próxima de los Güemes también arriba a Cantabria, aún no ha sido investigada en cuanto a la genealogía distal, o sea más lejana o anterior. Pero en esta línea de hipótesis, hay algunos indicios serios, como la fisonomía de María Magdalena Dámasa Güemes, la hermana amada por el General, a quién se la describió como una “mujer hermosa, tenía la estampa arrogante, su cabello era rubio, pálida la tez, su estatura elevada y erguida...”9. Tal sería la descripción de alguna persona de origen británico, entendiendo que los cántabros responden a otro tipo fisonómico general. O ciertos colores como el rojo y negro del poncho salteño iguales a los colores distintivos de un clan de las islas británicas. En este indicio, cabe afirmar que, desde Galicia al país vasco, pasando por Asturias y Cantabria, ambos colores están presentes en las indumentarias tradicionales, particularmente de las mujeres. ¿Confirmaría esto la presencia remota de los britanos en el continente? Esto último está ya comprobado en el caso de Galicia. Se afianzan, de esta manera, los indicios que aquí se analizan, respecto de un origen extracontinental, o britano.

Posible evolución del apellido

He tratado de sistematizar en el siguiente cuadro, la posible evolución lingüística del apellido Güemes:

Origen etimológico hipotético de la palabra Güemes

Posible curso de la deformación fonética

Comentarios

1. Desconocido: Huemes.

Huemes> Guemes> Güemes.

Por aplicación del criterio mencionado en este trabajo [cierre de lengua y paladar, etcétera]. Ejemplos de aplicación del criterio: Huemul> Güemul; hueso> güeso; huero> güero. Esta hipótesis nos sirve para ejemplificar posibles despistes en la formulación de una hipótesis con valor científico. Según mi modesto criterio, puede tomarse como contraejemplo.

2. Desconocido: Buemes

Buemes> Guemes> Güemes.

Idem al anterior.

Ejemplo: Bueno> güeno.

3. Euskera: guen (límite, término, fin).

Guen> Guem> Guems> Güems> Güemes.

Ya rebatida en este trabajo.

4. Escocés o galés o irlandés: Weims (patronímico clánico).

Weims> Wems > Wemes> Güemes.

Abona la hipótesis sustentada por el señor Martín Miguel Güemes Arruabarrena, con serios indicios de origen familiar escocés. Hay otras hipótesis, que adjudican el origen de la familia a Irlanda o Gales.

5. Taino: Guami (El Señor, aplicado a los españoles en la conquista).

Guami> Guame> Gueme> Güeme> Güemes.

Planteada en este trabajo, y que no se sostendrá si no se demuestra un origen taino o de personaje español de relevancia, conquistador o colonizador que haya estado en el Caribe o norte de Brasil entre los siglos XVI y XVIII, por lo menos. Además, por interpretación del contexto histórico, contiene indicios de validez. ¿Será posible que un soldado de la conquista haya decidido colocarse como apellido el calificativo con que lo trataban los naturales del Caribe o del norte de Brasil, conociendo su significado? No olvidemos que hubo dos Virreyes: Juan Francisco de Güemes y Horcasitas, Conde de Revilla Gigedo, gobernador de la Habana, capitán General de la isla de Cuba, 1746-1755, y luego su hijo Juan Vicente Güemes Pacheco de Padilla, conde de Revilla Gigedo, este último, a punto de ser posesionado como IVº Virrey del Río de la Plata en enero de 1789, en reemplazo del V. Loreto8.

Etnia, cultura, lengua y familia

Para la época de la romanización de España, fueron distintos los aportes étnicos, culturales y lingüísticos que ya había recibido la Península. Es más, según Rafael Lapesa en su obra lingüística talvez de mayor valor actual10, nos informa que los iberos eran de origen norafricano; que lenguas que perviven en el euskera actual ya se hallaban a ambos lados de los Pirineos, y que los navegantes cartagineses asomaron por el sur [Andalucía y sur de Portugal], fijando los antecedentes turdetanos o tartesios. A propósito de esto último rescatamos un nombre caro a nuestra historia local, cual es Indalecio, que proviene de Indalo, o sea la imagen del Hombre sosteniendo un Arco Iris, que en épocas muy remotas quedó en la zona de lo que hoy es Almería, en el Cabo de Gata, y símbolo turístico actual de Mojácar, el bello pueblo blanco de la Costa de Almería. Esto último es fruto de una inferencia que suscribo como propia.

Así, fueron los fenicios los que al parecer llamaron Hispania a la península: Tierra de Conejos.

Los ligures entraron por el norte, de quienes podemos conocer hoy topónimos en varias provincias españolas, incluyendo a Cantabria.

Algo posterior tenemos la incursión celta, que en el siglo VII penetró en España, dejando vasta toponimia, que tampoco excluye a Cantabria.

Hay un excelente trabajo llamado “La Celticidad de los Cántabros”, que habla de una fuerte influencia celta en esta etnia, que por otro lado fue una de las últimas en romanizarse.

Güemes, por ahora, designa a una familia de genealogía proximal cántabra. Si, independiente de esta afirmación, surgiera que responde a otra estirpe distal, por ejemplo británica, esto deberá quedar acreditado con rigor científico.

Se acepta aquí que familia [como linaje] puede o no puede necesariamente coincidir con origen territorial. Se puede ser cántabro por nacimiento, pero astur en cuanto a linaje, por ejemplo.

El objeto de investigación

Tenemos, pues, un boceto lo bastante delineado como para identificar a nuestro objeto de futuras investigaciones. Se trata de una palabra.

Esa palabra es un apellido del cual no se tiene la certeza acerca de su origen, considerando al presente toda aserción al respecto como importante aproximación a la verdad, pero aún insuficiente. Ese apellido es Güemes, asentado en América desde el siglo XVII por lo menos.

Por tratarse de un apellido que nombra a una familia de indudable influencia militar, social y política tanto en México como en nuestro país, y en él, particularmente en nuestra Salta, ha sido objeto de vastos y serios estudios genealógicos, pero sin tener aún definición de su etimología, y con dudas acerca de su estirpe genealógica distal, no así respecto de la genealogía proximal, ya comprobada [cántabra].

Del recuento de antecedentes e indicios, se hace posible determinar que es posible intentar formular una o varias hipótesis, para, con el auxilio de la lingüística y de la genealogía, obtener científicamente su origen.

Del mismo modo, mientras no haya modificación de lo sostenido en cuanto al linaje de los Güemes [origen familiar y territorial cántabros], descartado el origen vasco, se hará posible formular alguna hipótesis que sostenga el origen territorial y genealógico proximal cántabros, pero que reconozca otro origen distal, por ejemplo británico. Queda, no obstante, abierto el crédito para comprobar en su caso un posible origen distal vasco.

Prof. Martín Risso Patrón

Salta, año 2.001.



1 Cornejo, A., “Historia de Salta”, Salta,

2 Herrero, V., “La Tercera Gesta – Martín Miguel de Güemes”, Ed. VMH, Salta, 1999.

3 Herrero, V., op. cit.

5 “3000 Hiztegia”, diccionario bilingüe Euskera / Castellano – Castellano / Euskera.

6 Guía Guanye Godo, en: http://www.iac.es/galeriaestendguanye.html

7 El Diccionario del Lenguaje Taino, en: http://members.dandy.net/~orocobix/tsdict.html

8 Carlos G. Romero Sosa, en Boletín del Instituto Güemesiano de Salta, Nº 9 (Extraordinario), pp 299 a 317, Salta, 1985.

9 Trinidad Delia Gianelli, Las Güemes, citando a B. Frías (1946), en Todo es Historia, Nº 361, 1997.

10 R. Lapesa, Historia de la Lengua Española, Madrid, 1959.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

La Generación del '60

Tensión creativa en Salta

Martín Risso Patrón

Los años 60 han sido significativos para la juventud de los países del mundo.En esa década se produce una ruptura de los moldes culturales vigentes, y la irrupción de nuevos esquemas de pensamiento, que arraigan en una juventud golpeada por la posguerra, por un lado, y el afianzamiento de las posiciones de izquierda, lógicamente destinadas a los estudiantes, por el otro.En Hungría y Checoslovaquia hay levantamientos contra al estalinismo vigente.En París, hace eclosión el huevo de la revolución joven, con los estudiantes en la calle, fuertemente influenciados por Sartre, el existencialismo ateo y la IVª Internacional trotskista.En América las casi eternas dictaduras populistas y corruptas enfrentan el abismo de su propia decadencia; y caen, una a una: Chile, Brasil, Cuba.En la Argentina, desde el ’55 no hay paz política. Perón está lejos. Los trotskistas de la minoría de la IVª de París, de Nahuel Moreno, se alinean con un Che que ha muerto traicionado por los propios comunistas bolivianos...El fenómeno hippie es la expresión capitalista de la contestación joven. The Beatles irrumpen en Liverpool para irradiar al mundo una nueva forma de comunicación entre el intérprete y su público.La Guerra Fría, paradojalmente está en su máxima temperatura, con los misiles de Cuba, el asesinato de Kennedy, la exportación revolucionaria cubana, la tecnología digital y el telón de acero que divide a una Europa gris, de la otra de la que no se puede afirmar ciertamente si brilla o refleja las luces del capitalismo...La mujer de Mao inventa la revolución cultural, con miles de muertos y el motor ideológico en marcha atrás.En Salta, por fin, está en plena sazón el fruto de la poesía de los ’40. La Carpa protagoniza la escena, con sus poetas, periodistas y compositores...La plástica joven se nuclea alrededor de CEBAS (Centro de Estudiantes de Bellas Artes de Salta). Yutronich, Maheashi, Pancho Ruiz...La poética de algunos muchachos irrumpe casi con soberbia mediante un manifiesto del Grupo Presencia, para faltarle el respeto a los viejos, pero amándolos siempre. Alarcón, Toro Díaz Bavio, Solís Pizarro y sus camaradas, dialogan en eternas noches con tantos otros, entre los que se incluyen algunos que son las bisagras entre los del ’40 y ellos mismos: Perecito, Adet...Sirolli crea la Escuela de Antropología de la provincia de Salta.El Festival Latinoamericano del Folklore se convierte en la referencia cultural de la ciudad.La Universidad Católica, en manos de los Jesuitas, protegida por el capital autóctono, resistida hasta con estudiantes en la calle, funda su claustro. La Universidad de Tucumán cede sus institutos locales a la de Salta.Morirán Sirolli y Dávalos un poco después.Culmina la década con el sistemático desvalijamiento del Museo Histórico del Norte (Museo del Cabildo) por parte de Mosquera y sus secuaces.Hay una tensión intelectual y creativa que no cesa. Conviven CEBAS, la Carpa y Presencia. El peronismo renace con fuerza pero la sombra del 76’ planea ya ominosa y se arrebata a Ragone, Risso Patrón en Metán... Pero eso no mata a la imaginación, y será otra historia...

Antolín

Martín Risso Patrón

ANTOLÍN ES EL MUÑECO DE LAS LOCA

(Denuncia o reconocimiento público, en la pared de una Escuela)

Cuando leí eso en la pared del salón de la Escuela, me puse vigilante y temeroso. Alguien andaba tras los pasos de Antolín, sobre todo de noche. Las maestras no sabían nada, ni siquiera la piernuda que tenía un hijo y enseñaba en sexto, donde iba Antolín. La directora ordenó pintar las paredes, y el presidente de la Cooperadora pagó a los pintores y se hizo un acta, después de la pelea por el color que quedó en amarillo nomás, con un zócalo marrón al aceite. Después se arreglaron los bancos y las mesitas de las maestras. No se sabe todavía si la directora había leído la denuncia pública, aunque parece que no, porque cuando vino la supervisora en el acta que hizo dicen que no escribió sobre el asunto y es más, trajo un profesor para enseñar a las maestras en el salón. Pero nadie se había dado cuenta que la denuncia estaba más chiquita en la pared recién pintada del salón de gimnasia, y que el profesor, mientras las maestras discutían en grupos no sé qué tema, la leyó y la copió en un papelito sin decir nada a nadie. Cuando terminó el curso alguien dijo Antolín tirá la pelota, porque los chicos habían vuelto al patio. Entonces el profesor miró y se dio con un muchacho casi bigotudo que decía ahí va con una voz de papel de lija o serrucho o carraspera, y tenía un guardapolvos que le llegaba al bolsillo del pantalón, como una camisa grande. Pero se reía como una criatura aunque calzaba casi del cuarenta, según cálculos del profe.

-...tiene quince y va a sexto. Más nos ayuda con la cocina, la leña y los mandados, que estudiando. No es que sea tonto, es un vivo de primera, pero juega con los más chicos y los cuida. El otro día se sopapeó con uno del ferrocarril porque le habían contado que aquel le había querido pegar al Hilarión, que es enfermito el pobre y también va a sexto aunque parece de tercero, el pobre. El asunto es que fue a parar a la policía por lesiones de la tunda que le dio al changarín ese. Por ser menor lo soltaron y nos dijeron que en la escuela nos debíamos responsabilizar más de él. ¿Dónde duerme? En el albergue, con la maestra de sexto y su hijo.

Cuando vino la compañía del gas aparecieron unos almacenes grandes, y también el cine y el Grand-Bar-Copas & Espectáculo. Dicen que trajeron locas de la ciudad del otro lado de la frontera. Un día apareció allí vestido de punta en blanco, Antolín. No se sabe a ciencia cierta si lo habían afeitado, pero la cara le había cambiado, talvez por el peinado a la gomina. Unas botas vaqueras con tachuelas de bronce y taco carretel lo hacían caminar un poco más chueco que de costumbre. Echaba fuera un perfume de aerosol debajo de la camisa recién desdoblada del paquete. Los pantalones oscuros hacían un par de pliegues en la cintura, sostenidos por un cinturón con detalles de víbora. Tenía un chupetín en la boca y un paquete de cigarros en el bolsillo de la camisa. Fue para la kermés que se hizo en el patio de la escuela, organizada por la cooperadora y la señorita B., la que vivía en al albergue con su hijo (y con Antolín). Definitivamente el Antolín parecía más un grande que pasaba por chico, que un chico que se hacía el grande.

* * *

Cuando B. no pudo ocultarlo más, la Directora hizo un acta y la elevó a la Supervisión; de allí la llamaron a la maestra, que viajó con su hijo, y no se la volvió a ver por la Escuela ni por el pueblo. Dicen que dejó el magisterio y hoy es dueña o dependienta de una tienda al otro lado, donde se juntó con un boliviano que les dio el apellido a los dos chicos, que por hoy deben tener uno veinte y el otro diez años. A todo esto, la compañía del gas había avanzado ya más de cien kilómetros en la selva, y sus bases estaban puestas en otro pueblo de la frontera. Hoy está cerrado el local del Grand-Bar-Copas & Espectáculo, siendo el cartel éste un latón que se destiñe al sol de la siesta en la calle de la orilla. Por lo demás, el pueblo sigue igual; la escuela, la iglesia y la comisaría, con el correo y la intendencia. En P., que es el nuevo pueblo de la compañía del gas, hay un local cuyo cartel dice: Shok Tropical-Bailable-Travestis Auténticos, en medio de luces de neón azul, rojo y amarillo, y hay locas negras y blancas, chicas y grandes, la mitad de las cuales no se sabe muy bien si son hombres o mujeres. Reina en el salón un hombre que hace las delicias de la concurrencia bailando con las chicas y haciendo sonar los tacos de sus botas vaqueras. Le dicen Antonio todos, pero los íntimos Muñeco. Cuentan que la Policía lo respeta cuando algún despechado parroquiano lo denuncia por lesiones, después de cada pelea que siempre gana, generalmente defendiendo los pudores de las chicas.

Al otro lado de la frontera, B. sueña todavía con el albergue de la escuela, y las kermés... pero sobre todo, se estremece cuando Pancho, el de diez, apunta a caminar algo chueco y la mira desde su flequillo con un par de brasas relucientes, y la besa.

El Profe se llevó en un papelito, escrito el secreto de estas cosas.

Nadie supo, ni se cree que será alguna vez sabido, quién escribió un día Antolín es el muñeco de las Loca en la pared del salón de la Escuela. Puede haber sido alguien que disfrazó su letra y su ortografía, en un ataque de celos, o talvez un competidor menos distinguido en el local Grand-Bar-Copas & Espectáculo, o un changarín con resentimiento y sin esperanzas...

Se le corrió el maquillaje, gracias a Dios, esta mañana

Martín Risso Patrón, miércoles 22 de octubre de 2.008

Camino bajo la llovizna por la Necochea y llego a la Balcarce, hacia el oeste, y soy feliz esta mañana, caminando por la vereda de lajas que llegan al borde de los adoquines. Se me cruza la vieja Carterita empañada con paños negros y su carterón pesado y negro también, con sus piedras que de preciosas no tienen nada, al menos para los muchachos que, como yo, le gritamos “¡...vieja Carterita, tirame una piedritaaa...!”; se le tuercen los tacos a la vieja y el loteriero manco sostiene con su brazo inútil toda la suerte del mundo, y en la mano en que lleva el extracto, alcanzo a ver Nacional del 21 de octubre de 1956. Está, en el portal con arcos de industria, sentada esa criolla o boliviana que vende mote y pan caliente. El matungo de un cochero manqueó con la herradura de su mano izquierda floja al girar de Necochea a Balcarce hacia el centro, y alcanzo a ver una mujer que con un niño de diez años, tengo la certeza que tiene diez años, lleva abierto un paraguas porque la capota del mateo, deja un resquicio para que entre la lluvia por el costado. Van bien vestidos; el cochero, envuelto con una capa negra brillante y encerada, bizquea por las gotas que le caen del sombrero chambergoso al que se le ha ondulado el ala como un pájaro mojado. Parece que acaba de llegar el coche motor de Jujuy, porque aparecen por ahí, viniendo de la Estación por la Balcarce, mujeres y hombres con chicos y bultos; un viejito trae una bolsa de naranjas, y esto ha puesto un color chillón, color Calilegua en el paisaje; ¡las naranjas tienen un sello que dice Calilegua!; su mujer, no caben dudas que es su mujer, se acomoda a la espalda un atado de gordas, suculentas cañas de azúcar moradas y estoy seguro que comerán en lo de la comadre el postre bien masticado de esa carne blanca y fibrosa y dulce como la carne de una Valquiria que descansa de sus héroes. Los tejados hacen agua, porque se alcanza a ver una olla de aluminio abollada y brillante, sobre el piso de baldosas de ladrillo. Alguna gallina ronca o cacarea, qué se yo, en su percha fija, y un gato canelo con vestigios de cierto linaje duerme bajo el piletón de lavar la ropa, en la frontera de la lluvia, y sin que una gota lo alcance. Hay un peluquero leyendo el diario sentado en su propio sillón de servicio enlozado de blanco y con cueros algo gastados; la peluquería se llama “El A tro”, y esto lo veo con mis propios ojos en un cartel de lata, blanco y con letras negras y rojas, así nomás, con la s al revés, medio caída. Está impecablemente peinado, el peluquero, con gomina y con jopo; le caen las patillas prolijas por la cara, y respira por encima de un bigotito muy fino y recortado. Está vestido con su chaqueta blanca de peluquero y ya encendió la bocha de esterilizar, de esas que tienen un águila y parecen un mundo niquelado que exhala vapores de perfume de Glostora. Me estoy yendo con mi madre al centro en un mateo bajo la llovizna que cae densa, fresca y feliz al paso del matungo que echa descriptibles olores de cueros y pasto y coscojea el metal que le cruza impiadosamente la boca. Tengo diez, y al llegar a la Balcarce para encarar al centro veo un tipo sesentón que se parece a mi padre, mirando la esquina o el infinito bajo un paraguas y manipula un aparatito negro que echa una luz, con la mano libre, como si mandara un mensaje (se me figura) apretando botoncitos; alcanzo a verlo, sí, y me gustaría ser como él cuando tenga sesenta. Le moví mi mano izquierda, y sospecho que también es zurdo como yo. Pasó el mateo con su jumento con olor a pasto y cuero y el niño que iba con su madre me miró como un bicho raro, y me saludó con su mano, y lejanamente pensé en mi padre; compulsivamente miro la portada del diario que la diariera me ofrece bajo la marquesina húmeda de una cervecería de paredes rojas, puertas de industria, y con la marca Quilmes, antigua, sobre las puertas, y me conmuevo: 22 de octubre de 2008.
La ciudad envejeció de pronto, y es la misma que conocí de niño. Encontró su vejez del pasado; ¡esa es la idea! Y por efecto de la lluvia o por el intenso latir de mis sienes, se le corrió el maquillaje, gracias a Dios, esta mañana.

Hay un perfume maravilloso que se puede oler al mediodía

Martín Risso Patrón, 27 de agosto de 2.008

Dicen en el barrio 20 de Febrero que hay un perfume maravilloso que se puede oler al mediodía o a la nochecita de algunos días especiales (que son escasos, muy escasos si se trata de evadir un recuerdo que atormenta), en las calideces de agosto de Salta, cuando uno anda por las callecitas soleadas, o en el patio de las casas. Es el perfume de las flores de los paltos anisados domésticos.
Está comprobado que de nada sirve cortar una ramita y ponerla en el comedor, a pesar que algunas abuelas afirmen lo contrario. Sólo los paltos lanzan su perfume, siempre y cuando, atacado de alguna nostalgia secreta, el caminante del pasaje Gobelli, abrumado por quién sabe qué recuerdo, tenga éste la forma de hombre o de mujer, o amor perdido, se detiene en la vereda estrecha, al sol, o a la sombra de la pared de una esquina a pensar en su destino, acosado por ese recuerdo. Si se trata del patio, hay quien ha visto, siempre a la misma hora, a muchas mujeres de la primera cuadra del pasaje, pasearse con los ojos cerrados y los brazos en cruz sobre el pecho, haciendo pensar en el claustro embalsamado de las monjas. Algunos definen esto por lo contrario, diciendo: “haciendo pensar en el bálsamo enclaustrado de las monjas”; ambas afirmaciones están registradas y son objeto de estudio de lógicos o lingüistas y teólogos, para deslindar cualquier indicio de procacidad en alguna de las versiones, que, si existiera, obligaría a rechazarla en el acto.
También es condición para que todo suceda: si es al mediodía, que los pájaros canten; y si es a la noche, que chirríen los grillos no importando la cantidad de segundos de las pausas entre cric y cric que, como señalan algunos, indicaría lo cálido, lo templado o lo frío de la noche inmediata, permitiendo también medir la profundidad del recuerdo, amor, o melancolía de que se trate. El hecho es que, hasta ahora, nadie pudo escapar al acoso de los paltos del barrio. Se conoce que alguna persona que pasa no es del pasaje, cuando, en la veredita sur que a esa hora tiene pleno sol en el mediodía, o está pálida y hermosa a la noche sombreada por algún tarco-lapacho (que también tienen sus flores, que han motivado otras reflexiones que se analizarán en otro momento) no tiene un estremecimiento, posible signo a su vez, para la interpretación de los vecinos, de que no es víctima del peso de algún recuerdo de amor. Entonces quedará en el misterio para toda la eternidad si ese alguien es o no es realmente un muerto de amor o un paciente de melancolía, lo que ha llegado a desesperar a las atentas observadoras de las persianas entornadas, que son muchas.
Acerca de las flores de los paltos del barrio, se puede afirmar que son algo feas, condicionada esta calificación por su tamaño demasiado pequeño; su número bastante grande; su tupidez grávida y su facilidad para caer a la menor brisa, poniendo un paño de color, entre lechoso y morado ácuo, sobre el suelo. Además, se ha podido percibir que los pájaros no cantan en ese momento. Cuando esto sucede, cualquiera puede pasar por el pasaje Gobelli, en el barrio 20 de Febrero, sin tener oportunidad alguna de curar su nostalgia o melancolía, quedando para siempre preso de un recuerdo de amor. Si los paltos lanzan su lluvia de flores en el patio donde estén, y éstas alcanzan a alguien que está recogiendo la ropa del cordel o dando de comer al gato, se ha comprobado que este desdichado o desdichada no tendrá otra oportunidad de conocer la forma de transformar su recuerdo en alegría.
De hecho, hay viejas en el barrio a las que jamás se las pudo sacar del marasmo del recuerdo, con lo que se dedican a esperar la muerte mirando por las ventanas a los que pasan, y si ven que se detienen con una mano en el pecho y las narices abiertas desmesuradamente, con los ojos cerrados, lo acusarán de promiscuo, sea hombre o mujer, del barrio, o de otro lado o latitud.

Cuando vengas, no te olvides de cruzar la calle

Martín Risso Patrón, 27 de agosto de 2.008

Cuando llegué al barrio, no existías. La conquista de mi madre, la casa, estaba recién pintada y aún tenía un delicioso cerco de alambre con rosas enredadas, y habían sacado, según dicen, la parra del costado que daba uvas doradas verdosas, uvas de barrio. En ese tiempo la casa no tenía límite al fondo, y se veía la calle de atrás, y los perros y los chicos pasaban jugando por el patio. No conociste el olor de la pintura fresca cuando me levantaba o me acostaba temprano en el alba y escuchaba a los gallos, mientras preparábamos café con mi madre. No recuerdo bien si era que yo llegaba o ella salía para su archivo ministerial, donde pasaba sus mañanas con su guardapolvo celeste y las botitas de goma en una bolsa de plástico por si llovía. Ahí mismo donde escribía poesías o cartas a sus hijos, lo mismo que interminables listados de expedientes; donde se jubiló un día de gloria desesperante como jefa de un ejército de papel, tinta y fotocopias, cuyo segundo jefe era El Sello, acantonado en el subsuelo oficial del ministerio. Empezaste por ser un ángel que no andaba y aprendías a volar por los jardines del Pasaje de barro y piedra con tu plumón de pichón al que, según estudios angelicales todavía no se puede clasificar ni por especie, estado o categoría, diciendo los curas que talvez Tomás había dado la última palabra diciendo que era plumón de ángel, previo al plumaje de ángel adolescente, pero ahí se quedó sin argumento porque no le había sido posible determinar si los ángeles tienen edad, o qué edad adjudicarles, siendo siempre jóvenes, los ángeles. Entonces te veía entre los árboles y a veces en el tejado, o simplemente volando hasta que entrabas por la ventana en tu casa quedando una plumita flotando horas hasta que el gato la cazaba. Pero me fui. Fueron tantas las cosas que encontré en el mundo, que al regresar un día al Pasaje, entré por la Maipú arrastrando un carrito lleno de retratos, actas, fotos, atados de ropa con olor de otros países, pomadas indescriptibles, planos de inventos para capturar ángeles y otras cosas (recuerda esto: planos de artefactos para capturar ángeles), respuestas para preguntas nunca pronunciadas, asientos con formas de sentarse eternamente impresas que nunca, nunca más fueron utilizados, zapatos de ir al primer encuentro, primeras palabras de hijos, viudeces y divorcios, y todas esas cosas universales que no sé bien si son amables o detestables, que caben siempre en algún lugar y no queda claro si te ocupan o no los agujeros que fuiste juntando, pero lo que sí es cierto mitigan las heridas a costa de profundizarlas (ese es su costo). Los ojos ocultos del barrio te fueron siguiendo, siempre vigilantes, y a los 25 te santiguaban de puta porque estabas re-linda sobre todo cuando volabas y se podían ver tus piernas y los ojitos pintados volver del madrugón cansador, encima con tres hijos ya, de pollerita, volando siempre. Nunca quisiste sentir los lamidos perversos de las lenguas del barrio, esas que están eternamente detrás de las persianas, gracias a Dios. Pero a todo esto me había ido de nuevo con mi carrito. Ahora que volví ya con sesenta y pico bien jugados, te encuentro con tus 38 ídem y más linda que nunca y sin quererlo o no, nos encontramos profundamente diciéndonos lo mucho que nos conocíamos, admirados de que nunca, nunca habíamos cruzado una palabra ¡y que tanto nos conocíamos! Y en esta fugaz trampa de sábanas, jabones y enlagrimadas almohadas que ya se termina porque es así el juego eterno ese del encuentro furtivo, del rimmel y el rouge y la luz de los mensajes a deshora y vos desnuda y tibia tomando una cerveza y yo, paternal hijo de no sé qué conjuro; ahora que has de salir, lo intuyo, por esa puerta volando a posarte de nuevo en las noches ruidosas con tu amiga, que dicho sea de paso no me interesa, te repito lo que te dije cuando me la ofreciste seriamente en el punto final que estábamos dando, no me interesa conocer; o a conversar, comer y todo lo demás con tu nuevo marido, te pido si por ahí se te ocurre en alguna madrugada de soledad o tristeza (esa tristeza tuya que también conozco): Cuando vengas, no te olvides de cruzar la calle. Tus volidos de ángel son nuestro secreto, y ya no existe el gato que jugaba con tu plumón en el aire del jardín de tu casa.

jueves, 19 de julio de 2007

PASAJE CHICLANA

Martín Risso Patrón

Querido Mario:

Conmigo tu carta de setiembre. Comprenderás que no tengo la menor intención de disculparme por una respuesta que no llega a tiempo. Pero te debo una explicación, que será útil para que tengas un motivo más de convencimiento de que tu amigo vive. Resulta que he decidido vacacionar la rutina, los informes, el curriculo, en fin, los moldes encorsetantes, y dedicarme a vivir la mínima vida íntima que tenía algo descuidada. Es así que me preocupa ahora qué sucederá detrás de las esperas, antes que informar ut supra; preguntarme de qué color será el aire, en el aire, en vez de definir estrategias de abordaje según las cuales nunca se ha abordado algo; recibir mensajes de mí mismo en lugar de de registrar imposibles registros de maestros que no se mueren de pena ni de amor. Volver a un tiempo en el que me creía útil y era útil, me creía bueno y era bueno; un tiempo de golpear la nuez de las cosas hasta abrirla, para después vivir de ellas. Un tiempo parecido a este enero en que te cuento porqué he tardado tanto en responder tu carta. Escribo, Mario querido, sobre la muerte y las esperas y los sueños, y hasta algo mágico me ha sucedido: El mecánico que reúne de a poco los despojos de mi auto un día me trajo con sus dedos grasientos de uñas anchas, una carpeta de amor. Ha escrito un cuento de folletín un guión de broadcasting, y sin atisbo de vergüenza me lo ha dado. Que se haya avergonzado, hubiera deshecho la magia, Mario. Me dijo es un sueño, tiene hasta canciones. Y cuenta de una puta que no es puta y un camionero que no lo es y tampoco militar, como lo era cuando murió su mujer, y que al final se casan. Magia, hermano. También he visto los picheros del pasaje Chiclana, que ahora tiene otro nombre. Ángeles que toman vino y orinan en los rincones del barrio fuera de sus propias almas, en un rincón del alma de uno. Almas de ángeles que no golpean nuestras puertas sencillamente porque no lo necesitan. Almas que se pelean como chicos peripatéticos de un baldío archiconocido. Peripatéticos que discurren sobre la vida y la muerte en sus propias esperas circulando la botella de vino blanco en el pasaje Chiclana de las putas del Regimiento, que ya no es más Chiclana para el catastro porque la moral del sello y el expediente lo ha borrado, aunque ahora no saben cómo borrar ciertos fantasmas que salen a las puertas de los inquilinatos y conversan con los picheros y les dan pan y mortadela y vino y calor y hasta a lo mejor se les entregan en una entrega de amor apasionado como el cuento del mecánico... magia, pura magia, hermano...